Propuesta de conformación de un cartel para investigar el trabajo psicoanalítico de Hermann Rorschach, como lazo con otros discursos.
Convoca: Miguel Ángel De Zan
Modalidad: presencial
Fecha de inicio: a confirmar con los interesados en la investigación
Actividad abierta y arancelada
Informes e inscripción: epsfrosario@gmail.com
UNA BREVE RESEÑA PARA UNA HIPÓTESIS
En 1921, Hermann Rorschach publica “Psicodiagnóstico: metodología y resultados de un experimento perceptivodiagnóstico”.
Una obra que, posteriormente, sería releída una y otra vez por revisionistas y pioneros de nuevas corrientes, donde, en mi opinión, y a excepción de W. Morgenthaler, se elaboraron sentidos reduccionistas que dejaron por fuera la complejidad del espíritu de la obra original.
La formación de Hermann Rorschach fue explícitamente psicoanalítica. Perteneció al Grupo Psicoanalítico de Suiza y su mentor fue Eugen Bleuler. Estamos, entonces, frente a la escritura de un psicoanalista con su estilo, sus aciertos y desaciertos, es decir, un incauto. Es importante tener en consideración que, si bien se dedicó a la lectura de la obra de Sigmund Freud, su trabajo nace a partir de lo que nosotros llamamos “primera tópica”, es decir, de la teoría analítica previa a la formalización del Ello, el Yo y el Superyó. Y donde lo inconsciente es una topografía lógica susceptible de atribuirse aún una psicogénesis. Esto preserva el lazo epistémico de la primera época de Freud con la psiquiatría dinámica; de hecho, es la primera tópica freudiana la que mayor relevancia tomará en autores como Kraepelin, Henri Ey y De Clerembault).
Los posteriores revisionistas que han enunciado, respecto al trabajo de Rorschach, cosas como “la lámina del padre”, “la lámina de la sexualidad” o que han establecido relaciones causales entre el sentido de la respuesta del entrevistado y una incipiente nosografía diagnóstica, han caído en un gravísimo error. Y, lejos de ser trabajado como un tropiezo, se ha hecho de ese error una modalidad performativa con la extraña política de atribuírselo a Rorschach, cuando la letra original de su obra dista mucho de ser un catálogo de preguntas y respuestas. Hay una lectura nosográfica en el trabajo de Rorschach, necesaria en principio para situar cualquier diagnóstico diferencial (fin último del manuscrito original), pero esta nosografía opera bajo la lógica de una hipótesis relacional, no causal.
Dice claramente Rorschach: “de las respuestas suministradas por el sujeto (hablante), lo último que se toma en cuenta es su contenido concreto, pues se trata más bien de estudiar la función de percepción y apercepción” (p. 23, Paidos). Quizá quienes somos lectores de Lacan no estemos familiarizados con la noción de “apercepción”; se trata, pues, de un concepto que Rorschach tomó de Bleuler. Al respecto, dice Bleuler: “Las percepciones se producen debido a que las sensaciones ecforizan (evocan) en nosotros las imágenes mnémicas de grupos sensoriales pretéritos (…) Designamos apercepción la identificación de un complejo de percepciones sensoriales, con todas sus correlaciones” (p. 21, Paidos). Y agrega,
resaltemos esto, respecto a los enlaces en los elementos mnémicos: “merced a su simultaneidad en las experiencias pretéritas, han conservado entre sí una cohesión particularmente sólida” (p. 21, Paidos). ¿Sucede esta simultaneidad de lo percibido en el origen de la huella mnémica freudiana? Hoy, con el diario del lunes y veintisiete seminarios dictados por uno de los más lúcidos freudianos de la historia, obviamente me refiero a Jacques Lacan, quien al momento del fallecimiento de Rorschach era un adolescente de dieciséis años, podemos rápidamente indicar –y advertirnos– el error de suponerle al horizonte del discurso psicoanalítico una causalidad psíquica psicogenética. Pero, ¿esto invalida el trabajo y los supuestos de Hermann Rorschach y Bleuler? De ser así, también invalidaríamos al mismo Freud, quien en La Interpretación de los Sueños –traducción de Ballesteros y Torres– dice: “Las percepciones que llegan hasta nosotros dejan en nuestro aparato psíquico una huella a la que podemos dar el nombre de huella mnémica (erinnerungsspur). La función que a esta huella mnémica se refiere es la que llamamos memoria (…) Nuestras percepciones demuestran hallarse también enlazadas entre sí en la memoria, conforme, ante todo, a su primitiva coincidencia en el tiempo. Este hecho es el que
conocemos con el nombre de asociación” (p. 335, Cayfosa-Quebecor).
Nuestra advertencia, legado de Jacques Lacan, de no suponer una psicogénesis, nos permite la operación analítica en la transferencia con el analizante. Es una coordenada indispensable al lugar del analista en tanto eso que hace posible la función del Sujeto Supuesto Saber como parábola fundamental en el tratamiento analítico. Pero el trabajo de Rorschach, en ningún momento, explícita una intención de tratamiento a un padeciente, psicoterapia o relación analítica (y me disculpo por la forzada seriación).
El trabajo de Hermann Rorschach es un intento investigativo de verificar una hipótesis: la personalidad (en su acepción psiquiátrica dinámica) es correlativa a una posición subjetiva inconsciente (en su acepción tópica freudiana de los trabajos anteriores a la década de los 20), posición evidenciable en el modo asociativo (en tanto asociación libre freudiana) con el que opera la persona frente a la mancha de tinta (en la elocución de sus respuestas). Pues, según los registros referidos por Rorschach (y otros), las aplicaciones del test presentan factores comunes, en los resultados obtenidos, en pacientes psiquiátricos no neuróticos y/o orgánicos, respecto de aquellos neuróticos
UNA COORDENADA ÉTICA
En la segunda versión de la proposición del 9 de octubre sobre el analista de escuela, Lacan le imputa al A.E. la facultad de poder testimoniar sobre los problemas cruciales para el psicoanálisis. Es la extracción de la experiencia que brinda el testimonio de pase; supongo entonces que todos los analizantes que analizamos, desde cada singularidad y propiciando la diferencia, tendemos hacia un (algún) trazo en lo real. Nos advertimos así de un hecho: nuestra práctica conmuta nuestras resistencias en las resistencias del analizante. En esta vía lógica, el sentido conceptual es un obstáculo a la
significación. Así, la nosografía, por más pertinente que sea, si se introduce en el trayecto del decir (en análisis), no será otra cosa que una torpeza. Pero no solo en el dispositivo del tratamiento psicoanalítico está lo crucial. El diálogo con otros discursos de la polis, donde rigen las leyes variables de cada época, es un terreno diferente del que abonan las leyes del inconsciente; también es una incumbencia de los problemas cruciales para el psicoanálisis. En ese punto sitúo esta propuesta de trabajo. Desde mi interés por el campo de la llamada Psicología Forense, no sin subrayar que considero inapropiada la utilización de la técnica proyectiva y/o psicométrica en el análisis de la transferencia, señalo, desde otro lugar, el trabajo de Hermann Rorschach como un elemento fundamental, de indiscutibles bases psicoanalíticas, en el diálogo con el discurso jurídico: ¿Qué puede decirse desde el psicoanálisis sobre la situación subjetiva de un hablante cuando no se admiten más de dos o tres entrevistas antes de la exigencia de un informe psicológico? ¿Hay alguna manera de escribir algo sin excluir la lógica del no-todo y la prevalencia de las leyes del inconsciente? Es más, si algo puede ser escrito, ¿a qué Otro suponemos que nos dirigimos? ¿O no tendremos más que hacer que dejar esta geografía a otros discursos? A pesar de que el Test Rorschach goza de prestigio –nominal– en el ámbito pericial, siendo mayormente ejecutado como un instrumento garante de ciertos sentidos y saberes, exiliado de su propio origen.
UNA CLAVE DE LECTURA
A modo de comienzo, propongo arribar a la hipótesis antes señalada, sin descuidar nuestra coordenada ética, con esta pregunta: En el modo asociativo que la apercepción de la mancha por parte del observador pone en juego, y con la premisa de que en la asociación se evoca una remisión entre significantes, entonces, ¿dónde se localiza el intérprete? Indiscutiblemente, el error más común sería suponerlo en el saber sabido del yo del profesional que administra el test; ese es el reduccionismo que operaron los sistemas posteriores al puño y letra de Rorschach. Creo que es fundamental que evitemos ese camino.
Miguel Ángel De Zan