“A partir de 1902 se congregó en derredor mío cierto número de médicos más jóvenes con el propósito manifiesto de aprender, ejercitar y difundir el Psicoanálisis”. S. Freud. Historia del movimiento psicoanalítico.
En el día de la fecha, 10 de marzo de 1979, un grupo de psicoanalistas rosarinos hemos pactado la fundación de la ESCUELA DE PSICOANALISIS “SIGMUND FREUD”, pacto que es fruto de sucesivas reuniones, diálogos y encuentros mantenidos en el curso del año 1978.
La interrogación permanente sobre nuestro ser y nuestro quehacer exigidas por la doctrina y la práctica del psicoanálisis nos hace proclamar como necesaria la existencia de un centro de formación, estudio e investigación. El fundarlo, más que una decisión personal es un requisito que nos adviene desde la práctica misma del psicoanálisis: el acto analítico, donde se nos interpela como sujetos. Se trata para nosotros ahora, de la asunción de una historia de palabra dirigida al Otro. Quienes nos hemos reunido para hacerlo sólo somos sujetos aquí en el punto en que la llegada del tiempo de concluir nos arroja en el medio de un acto, acto que una vez inaugurado ya se nos sustrae, nos desborda, un acto de fundación.
Distintas circunstancias hacen que seamos aquí nosotros. En ello habrá que interrogarse en cuanto a cómo la historia de cada uno se ha entretejido con la historia del movimiento psicoanalítico de Rosario, y en el resto del país. Tradición, clanes, fidelidades… pero también pensamos que hay otros y a ellos llamamos a asumir lo que consideramos un compromiso con el psicoanálisis, a ocupar un lugar en nosotros, o aún y también en el del otro ya que la oposición y la discrepancia teórica no tiene por qué quedar excluida en tanto la presencia del Otro asegura la salida de lo que sino sería rebote especular imaginario. Y el Otro aquí es Freud con respecto al cual estamos en deuda por cuanto primer fundador nos fundó originariamente al fundar al psicoanálisis e inaugurar el acto analítico.
Freud se preocupó siempre por el destino del psicoanálisis, lo que con él pasaría después de su muerte, tuvo siempre el sentimiento de que el futuro de su descubrimiento no estaba garantizado. ¿El hacernos herederos de esa preocupación no es justamente reconocernos en deuda?
Nuestra propuesta es la de un lugar. Lugar de encuentro, de palabras y de escucha, de aprendizaje y de enseñanza. Lugar donde como analistas podamos interrogar a nuestra práctica. Por eso hemos resuelto no adoptar modelos de organización para lo que más bien es una pregunta. Preferimos entonces dejar indeterminados los lugares y los caminos por ahora, a fin de evitar hacer un mapa arbitrario que nos lleve a perdernos. Que los lugares sean lugares de producción y los caminos pasos subjetivos y no formas ritualizadas de una ceremonia perversa, ya que frente a las diferencias nada obtura más una asunción verdadera que la respuesta, aquella propia del modo perverso, que lo sabe todo sobre las diferencias.
Esperamos en cambio que en el seno de la institución se vayan dando en los momentos justos la realización en actos, gestos simbólicos de asignación, las respuestas siempre provisorias, siempre anticipadas a la cuestión de las diferencias. Pensamos que lo peor que puede pasarnos es cerrar una interrogación, ya no preguntarnos más sobre algo.